HISTORIA DE UN PATIO DE CORDOBA "Nuestra Historia en la casa"
(Escrito por Virginia)
Capítulo 1 UN SUEÑO CUMPLIDO
(Escrito por Virginia)
(Esta historia, hasta donde seamos capaces de escribirla, queremos dedicársela a Bernardo Ríos, coordinador del Proyecto lector del IES Maimónides, con mucho cariño)
Capítulo 1 UN SUEÑO CUMPLIDO
Mucho me costó creerme que lo habíamos conseguido, que teníamos una casa con patio y pozo. Muchos días de intranquilidad. Me preguntaba como era posible tanta felicidad, por qué yo. Me asustaba pensar si esto podía durar mucho tiempo. Siempre había querido tener una casa vieja con patio y pozo. Una casa que nosotros pudiésemos arreglar y donde poder juntarnos toda mi familia y amigos, y claro también amigos de mis amigos. Un sitio de encuentro para el disfrute de todos. Una casa para presentarla a patios y que la gente pudiera venir a visitar, a cantar, a reír, a compartir. Con una única condición, el que traspasara el umbral de ella debía hacerlo con buen talante, dispuesto a abrir los sentidos a la felicidad.
Vivíamos un poco más arriba, en un piso pequeño pero precioso, para mí único, lleno de luz y alegría, solo le faltaban a mi parecer unos pocos de metros. Mi ilusión era si algún día mi vecina vendía el suyo, comprarlo y hacerlo algo más grande. Ni pensar en mudarme de piso o barrio. ¡Me sentía como Escarlata O'hara, la fuerza me la daba la tierra donde vivía!. Cuando alguna vez Pedro me lo sugería, no podía evitar ponerme de mal genio. Siempre le respondía que o nos quedábamos con el de al lado para unirlo al nuestro o nos comprábamos una casa vieja para rehabilitarla con patio y pozo, y como no, en el mismo barrio. ¡Era una retahíla! Yo esto lo decía por decir. Sí, era una ilusión, pero impensable con nuestros ahorros, que eran nulos. Cuando la mujer de al lado vendió el piso a su nieto, me tiré llorando un día entero, pero como siempre he pensado que las cosas pasan por algún motivo, me dije que ese no sería mi camino, que otra cosa me esperaba.
De camino a la tienda que tenía, como siempre, miré a la casita "de juguete" (para mí) que tanto me gustaba. Ésta seguía con su viejo cartel de venta y con el mismo número de siempre, el que yo tanto me sabía. Multitud de veces había preguntado a Pedro ¿Cómo será esa casa por dentro? Toujours la misma respuesta: Sin fondo, y muy pequeña como se ve en la fachada.
Ese día al pasar, la miré de nuevo, el zapatero de enfrente me preguntó: ¿Qué pasa es que te piensas comprar esa casa?
-No ¿Por qué?- le respondí.
-No, como siempre la miras.
Cuando llegué a la tienda pensé que tenía que llamar a ese teléfono. ¡Eso era un indicio! Quedé con el dueño en ir a verla al día siguiente, por supuesto, solo por verla. Cuando lo hice, no me lo podía creer era la casa de mis sueños, vieja vieja, llena de azulejos blancos por todos lados, pero con un patio y con distintas alturas como a mí me gustan. En ese mismo instante la vislumbré arreglada y me fascinó. Al día siguiente llamé a mi hermano que económicamente estaba algo mejor que nosotros. Le explique que había visto una casa vieja pero chulísima por si le interesaba. ¡Ya que no podía ser mía a lo mejor le interesaba a mi hermano!. A Pedro no pensé ni comentárselo, ¡para qué si no teníamos un duro! Quiso la casualidad que cuando íbamos a verla, nos encontráramos con Pedro y que éste se uniera a nosotros. Rafa le vió muchas posibilidades, pero a su mujer no le hacía mucha gracia comprarse una casa en ruinas. Así fue como Pedro y yo, con codazos bajo la mesa al escucharlos decir que llamarían a un amigo para que la viese, decidimos buscar la fórmula para comprarla y la compramos, vaya que si lo hicimos!
¡Una casa con patio era lo que siempre habíamos soñado! Nosotros teníamos las agallas suficientes para arreglar un trocito de ella e irnos a vivir allí y una vez dentro seguir arreglando el resto.
Al principio pensábamos arreglarla nosotros. No éramos albañiles, pero aprenderíamos, pensábamos que solo había que picar paredes y nada más. Nos veníamos por las tardes con nuestra niña. Nos poníamos nuestra vestimenta de albañiles y nos poníamos a picar paredes. Resultó que bajo los azulejos había ladrillo antiguo. ¡La casa era una auténtica caja de sorpresas! Picábamos una pared y nos encontrábamos una alacena, picábamos otra y nos encontrábamos una antigua puerta. Aprendimos a enlucir el ladrillo antiguo, íbamos quitando azulejos y a la vez enluciendo para ilusionarnos un poco, pero era un trabajo interminable. Tiramos miles de sacos de escombros. Un día un amigo, Luis, pasó por la puerta y eufórica le dije que pasase a ver la maravilla de casa que nos habíamos comprado. Me echó un broncazo tremendo, y me dijo que si estábamos locos que si pensábamos tirarnos toda la vida trabajando para hacer esta casa, que si no pensábamos tener ningún día libre para salir con nuestra niña Nos dijo que por qué no buscábamos a alguien que nos la hiciera aunque nosotros trabajáramos también de albañiles para que nos costase menos. Nos hizo recapacitar bastante y buscar soluciones. Nos planteamos vender el piso y con el dinero de su venta pagar la hipoteca que había sobre él y contratar a un constructor que nos hiciera lo gordo. De esta manera arreglamos la parte del fondo de la casa, la de arriba, porque la de abajo tardó un poco más en hacerse. Nos dejaron vivir en el piso hasta que arreglamos esa parte, y después nos mudamos allí. Sin ventanas, sin puertas, conmigo embarazada de Victor y con el resto de la casa, incluida la parte de abajo sin hacer. Nos dejaron un dinero y pudimos arreglar la parte de abajo de la casa. Cuando el niño nació teníamos el patio sin hacer y la parte de fuera de la casa en ruinas, pero acabado el fondo. La niña se chupó toda la obra.
Vivíamos un poco más arriba, en un piso pequeño pero precioso, para mí único, lleno de luz y alegría, solo le faltaban a mi parecer unos pocos de metros. Mi ilusión era si algún día mi vecina vendía el suyo, comprarlo y hacerlo algo más grande. Ni pensar en mudarme de piso o barrio. ¡Me sentía como Escarlata O'hara, la fuerza me la daba la tierra donde vivía!. Cuando alguna vez Pedro me lo sugería, no podía evitar ponerme de mal genio. Siempre le respondía que o nos quedábamos con el de al lado para unirlo al nuestro o nos comprábamos una casa vieja para rehabilitarla con patio y pozo, y como no, en el mismo barrio. ¡Era una retahíla! Yo esto lo decía por decir. Sí, era una ilusión, pero impensable con nuestros ahorros, que eran nulos. Cuando la mujer de al lado vendió el piso a su nieto, me tiré llorando un día entero, pero como siempre he pensado que las cosas pasan por algún motivo, me dije que ese no sería mi camino, que otra cosa me esperaba.
De camino a la tienda que tenía, como siempre, miré a la casita "de juguete" (para mí) que tanto me gustaba. Ésta seguía con su viejo cartel de venta y con el mismo número de siempre, el que yo tanto me sabía. Multitud de veces había preguntado a Pedro ¿Cómo será esa casa por dentro? Toujours la misma respuesta: Sin fondo, y muy pequeña como se ve en la fachada.
Ese día al pasar, la miré de nuevo, el zapatero de enfrente me preguntó: ¿Qué pasa es que te piensas comprar esa casa?
-No ¿Por qué?- le respondí.
-No, como siempre la miras.
Cuando llegué a la tienda pensé que tenía que llamar a ese teléfono. ¡Eso era un indicio! Quedé con el dueño en ir a verla al día siguiente, por supuesto, solo por verla. Cuando lo hice, no me lo podía creer era la casa de mis sueños, vieja vieja, llena de azulejos blancos por todos lados, pero con un patio y con distintas alturas como a mí me gustan. En ese mismo instante la vislumbré arreglada y me fascinó. Al día siguiente llamé a mi hermano que económicamente estaba algo mejor que nosotros. Le explique que había visto una casa vieja pero chulísima por si le interesaba. ¡Ya que no podía ser mía a lo mejor le interesaba a mi hermano!. A Pedro no pensé ni comentárselo, ¡para qué si no teníamos un duro! Quiso la casualidad que cuando íbamos a verla, nos encontráramos con Pedro y que éste se uniera a nosotros. Rafa le vió muchas posibilidades, pero a su mujer no le hacía mucha gracia comprarse una casa en ruinas. Así fue como Pedro y yo, con codazos bajo la mesa al escucharlos decir que llamarían a un amigo para que la viese, decidimos buscar la fórmula para comprarla y la compramos, vaya que si lo hicimos!
¡Una casa con patio era lo que siempre habíamos soñado! Nosotros teníamos las agallas suficientes para arreglar un trocito de ella e irnos a vivir allí y una vez dentro seguir arreglando el resto.
Al principio pensábamos arreglarla nosotros. No éramos albañiles, pero aprenderíamos, pensábamos que solo había que picar paredes y nada más. Nos veníamos por las tardes con nuestra niña. Nos poníamos nuestra vestimenta de albañiles y nos poníamos a picar paredes. Resultó que bajo los azulejos había ladrillo antiguo. ¡La casa era una auténtica caja de sorpresas! Picábamos una pared y nos encontrábamos una alacena, picábamos otra y nos encontrábamos una antigua puerta. Aprendimos a enlucir el ladrillo antiguo, íbamos quitando azulejos y a la vez enluciendo para ilusionarnos un poco, pero era un trabajo interminable. Tiramos miles de sacos de escombros. Un día un amigo, Luis, pasó por la puerta y eufórica le dije que pasase a ver la maravilla de casa que nos habíamos comprado. Me echó un broncazo tremendo, y me dijo que si estábamos locos que si pensábamos tirarnos toda la vida trabajando para hacer esta casa, que si no pensábamos tener ningún día libre para salir con nuestra niña Nos dijo que por qué no buscábamos a alguien que nos la hiciera aunque nosotros trabajáramos también de albañiles para que nos costase menos. Nos hizo recapacitar bastante y buscar soluciones. Nos planteamos vender el piso y con el dinero de su venta pagar la hipoteca que había sobre él y contratar a un constructor que nos hiciera lo gordo. De esta manera arreglamos la parte del fondo de la casa, la de arriba, porque la de abajo tardó un poco más en hacerse. Nos dejaron vivir en el piso hasta que arreglamos esa parte, y después nos mudamos allí. Sin ventanas, sin puertas, conmigo embarazada de Victor y con el resto de la casa, incluida la parte de abajo sin hacer. Nos dejaron un dinero y pudimos arreglar la parte de abajo de la casa. Cuando el niño nació teníamos el patio sin hacer y la parte de fuera de la casa en ruinas, pero acabado el fondo. La niña se chupó toda la obra.
Capítulo 2. ESCOMBROS
Hasta que Luis, mi querido y estimado Luis nos echó la bronca, fuimos los únicos albañiles de nuestra casa, o más bien de nuestro proyecto de casa. Yo disfrutaba enseñándosela a todo el mundo, a pesar de estar vieja, oscura y sucia. ¡Me encantaba mirarla! y pensaba que todo el mundo vería en ella lo mismo que yo. Mi madre estaba desolada, mis amigos pensaban que se nos había ido la cabeza, tan solo mi hermana la disfrutaba como yo. Traía a sus conocidos diciéndoles la maravilla de casa que nos habíamos comprado y la gente creía morirse cuando la veían. No sabían que cara poner ni que decir. Sinceramente me daba exactamente igual, era la mujer más feliz de la tierra, al igual que Pedro.
Nos encantaba que llegara el fin de semana para trabajar todo el día en nuestra casa, queríamos limpiarle un poco la cara, y mudarnos ¡Pobres ilusos! Por aquel entonces no sabíamos que la obra sería mucho mayor.
Trabajábamos sin descanso, con la radio a toda pastilla y cantando; sucios, con los pelos blancos del polvo, pero felices y contentos.
Nuestra primera faena como albañiles fue picar todos los azulejos blancos que tapaban las paredes del patio y del interior de la casa y que llegaban prácticamente hasta la planta de arriba. Conforme lo hacíamos fuimos descubriendo que las paredes no eran de cemento, si no de ladrillo antiguo. ¡No dábamos crédito a nuestros ojos! A mediodía nos comíamos un bocadillo de tortilla sentados en la vieja escalera del patio, con una sonrisa de oreja a oreja. Picábamos y enlucíamos. ¡Ya se había encargado la preguntona de la casa, que era por supuesto yo, de preguntarle a todo albañil que encontraba como se hacía eso de enlucir! Pedro decía que era un poco absurdo eso de picar una pared y enlucirla, en lugar de picarlas todas y después hacerlo, pero es que ¿cómo si no me iba a ilusionar para poder seguir? El ver aunque solo fuera una pared arreglada me daba ánimos. Yo fui la que enlucí los arcos. ¡Estaba entusiasmada con mi trabajo!
Tiramos miles de escombros. Recuerdo pasarme noches enteras gritando mientras dormía ¡Cómo me duelen las manos! Un día al picar una de las paredes un trozo de azulejo se me clavó en la barbilla haciéndome un pequeño agujero que se me abría al hablar. ¡Cómo nos reímos, mi hermana y yo con ello! Eso de reírnos de nuestras pequeñas desgracias era algo que habíamos aprendido en nuestra casa de pequeñas. Allí siempre hacíamos risa de todo. En cuanto nos alejábamos un poco de los problemas, nos revolcábamos de risa al recordarlos.
Por aquel entonces una pequeña criatura entró en nuestras vidas. Se trataba de un pequeño gato gris azulado, al que Selene puso de nombre Azul. Entre otras cosas porque nuestra casa solo tendría 3 colores, el blanco de la cal, el azul o añil de las macetas y el color tierra del ladrillo; por supuesto después muchas muchas flores. A Azul, lo encontramos en una pajarería, un día que Selene y yo pasamos. Ella tendría unos 6 años, me dijo que porqué no se lo compraba. Yo para contentarla le dije que preguntara el precio y cuando tuviésemos dinero lo compraríamos. Lo que sucedió después, como no, fue que el gato lo regalaban con lo cual no hubo escusa posible. Era precioso y fue el primer habitante de la casa. Como también fue el primero en catar el trasto de lavadora que descubrimos en una de las habitaciones, y que para probar su funcionamiento enchufamos, sin percatarnos que nuestro pequeño inquilino se había introducido en ella. Al abril la portezuela e ir a sacar lo que creíamos un trapo salió azul dando bandazos al igual que yo que no paré de gritar y correr en un rato.
Durante este tiempo la casa, fue nuestro sitio de trabajo, de ilusión, el lugar donde íbamos a mirar las estrellas,
el sitio donde convertíamos en magia los sueños de Selene. En época de reyes hacíamos en ella caminos de pétalos de rosas y brillantina que llegaban hasta sus juguetes. También era el lugar donde comenzábamos a guardar nuestras cosas. Tuvimos hasta nuestro primer robo, acabábamos de comprar toda una equipación para irnos de camping, incluido un sillón inflable precioso para la niña que dejamos en nuestra querida casa, además de nuestras tres bicicletas, y al llegar por la mañana nos encontramos el sitio, con una firma asquerosa de uno de los ladronzuelos. Hay que decir, que como todo lo que nos pasa, el hermano de Pedro no sé cómo, porque yo no la habría reconocido en la vida, nos llamó y nos dijo que si alguien le había quitado la bici a Pedro, que había visto a un chaval montado en ella. Así que a los pocos días recuperamos todo, salvo el pequeño sillón de 10 €. Ni que decir tiene que todo fue solucionado amistosamente.
Otra cosa curiosa, además de unos muros de un metro de anchura, fue encontrarnos unas mandíbulas, o más bien que Pedro las encontrara en una de las paredes. Él las había dejado encima de uno de los huecos de la ventana. Yo me iba a morir cuando las vi. Estaba aterrada, ya me olía que allí podía haber alguien enterrado entre sus paredes. Pues no, como luego me explicó el hombre racional de la casa, que era Pedro, no tenía nada que ver con lo que yo ya me había montado en mi cabeza. Se trataba de unas mandíbulas de vaca. Los muros estaban hechos de tierra que cogían del suelo y en ella se podían encontrar multitud de cosas
Creo que solo falté tres días a mi cita con la casa. Tres días horribles, en los que el mundo se me hundió. Habíamos tirado ya para mí, millones de escombros. El tema era como sigue, con una pala los recogíamos, los metíamos en unos sacos que amontonábamos en una pared, y cuando Pedro llegaba con el camión, los subíamos a él y los llevábamos a los puntos verdes. Todo eso él y yo. Esto lo hicimos miles de veces. Llegó un momento en que creí que el suplicio de los escombros iría a menos, justo cuando ya habían entrado en juego el constructor y su cuadrilla de albañiles. Una tarde al llegar a la casa la montaña llegaba hasta el techo. Un techo que estaba a tres metros de altura. ¡Nunca había visto nada igual! Después de haber tirado ya un sin fin de escombros. Me puse tan mal que me fui a mi casa desesperada. ¡Esto nunca tendría fin! Fue entonces cuando estuve tres días sin volver. Una noche cuando Pedro regresó, me dijo que podía volver. Cuando lo hice la gran montaña se había transformado en una pequeña. No podía creer que eso lo hubiese hecho él solo, durante tres tardes y después de trabajar. El caso es que ahora sí fue todo a menos. Los albañiles hacían y deshacían y nosotros los peones, que eramos Pedro y yo, tirábamos los 10 o 15 sacos de escombros que salían. Ellos decían que era la mejor obra que habían hecho en su vida, que cuando se iban estaba todo lleno de escombros y cuando volvían al día siguiente no había ni uno. En esta época ya estaba embarazada del niño. Embarazada piqué paredes y tiré escombros. Embarazada venían mis primas y amigas y me encontraban trabajando con la pala, haciendo cemento, vestida de albañil. Supongo que asombradas y asustadas a la vez de nuestra locura. Durante estos días vivíamos en nuestro piso, se lo habíamos vendido a mi hermano y su mujer y nos dejaron seguir allí un tiempo mientras arreglábamos la parte de arriba de la casa. En agosto nos fuimos a una casa de campo con el resto de mi familia. Bajábamos para pintar. Ahí estaba ya de cinco meses, y tuve una ciática. Me mandaron reposo absoluto. Solo pude llevarlo a cabo cuatro días, porque al quinto además de encontrarme fatal me subía por las paredes. Así que decidí volver a mi casa y acabar de pintar. Yo creo que esto me curó, porque me desaparecieron los dolores. Al finalizar el mes nos fuimos ya a vivir allí, aunque aún no teníamos ventanas. Mientras Pedro las hacía comenzaron las lluvias y con ello mi segundo suplicio, ya que él puso unos plásticos en las ventanas para que no nos entrara la lluvia, y a mí me entro un ataque de llanto horrible. ¡Sólo nos quedaba taparnos con cartones! Me imaginaba una cara pegada a los plásticos. Me sentía supertriste. Era como una película de terror, viviendo en la parte trasera y superior de una casa a la que se accedía por una puerta ruinosa, atravesando un patio lleno de escombros y un salón sin luz ni ventanas, totalmente en obra y cuya parte de afuera estaba en ruinas. En la única parte donde había luz era en la parte que habitábamos. Aquí comienza nuestra adaptación a la casa
Capitulo 3 VIVENCIAS TENEBROSAS EN LA CASA
Mi caaasa, una casa que me tenía cada vez más fascinada pero a la que guardaba mucho mucho respeto. Cuatrocientos años. ¡Socorro! Eso me habían dicho que tenía. ¿Como se le puede decir eso a una persona que tiene una imaginación como la mía? ¡Dios, cuantas cosas tenían que haber pasado en esta casa!, y sucedió lo inevitable, mi periodo tenebroso en la casa.
El día más fuerte para mí fue la noche que ponían una de mis pelis preferidas de terror "Lo que la verdad esconde". Sí, esa que había visto ya tres veces pero que me seguía dando el mismo miedo que la primera. Esa que siempre esperaba que no tuviera el mismo final. La misma que había momentos en que me tapaba la cara con las manos y la veía por los huecos de los dedos. Pues bien, justo esa noche estaba sola con Selene, a Pedro se le había ocurrido quedarse trabajando hasta más tarde y yo había dispuesto todo para disfrutar de una de esas veladas de terror que tanto me gustaban. Llevaba todo el día planeando, acostaría a la niña temprano y me tendería en mi cama, tranquila frente al televisor para ver mi pelicula. En la cama, sí, en la cama, el único sitio practicamente que no estaba en ruinas. El único sitio donde cabía el televisor. En la entradita, esa que daba a los dos dormitorios, el mío y el de Selene, y que era enana, ya no entraba ni un alfiler, bastante tenía con la mesa y sus dos sillones apelotonados. Algunas veces cuando le decía a la niña, anda sientate en el saloncito, ella me respondía será en el pasillo. Pues prosiguiendo con la historia, unos minutos antes de comenzar la película recordé una cosa tremenda. ¿no habían llamado a la puerta como hacia una hora? y mi hija de 7 años, mi única hija entonces, fue la que abrió, y la que cerró. ¿O no cerró? Corrí, con el corazón en un puño, a preguntar a Selene, que entre sueños me contesto.- Creo que sí- Cómo las locas bajé las escaleras y como las locas traspasé el oscuro y derruido salón y también el asolado patio. A lo lejos la vi, la puerta abierta de par en par.. No me lo podía creer.-Seguró que se había colado alguién- La cerré a prisa y corriendo y volví a pasar por el ruinoso salón, justo a tiempo para ver pasar por delante del hueco de la ventana, que no existía aún, y que daba al Cine de verano, una terrible sombra negra.¿Qué película necesitaba ver yo, ni que película, a quién se le ocurre? -Enseguida, corriendo, ahora mismito voy a ver lo "Lo que la verdad esconde", me tiraría sin dormir un siglo- Yo si que era, en ese momento una película. Parecía una poseida, con un barrigón de 6 meses, un cuchillo gigantesco en la mano, llorando histérica y sin atreverme a mover del quicio de la puerta que todabía no habíamos puesto y que daba a la terraza, porque desde allí, desde ese sitio podría ver si alguien subía la escalera o pasaba por el patio.¡Miedo me daba de mi misma! Parecía sacada de una película de terror. -¿Y si pido ayuda por la ventana de la habitación esa terrorífica y espantosamente oscura que da a la calle? Eso, y susurro ayuda como si fuera un fantasma. Así asusto a todo el que pase- Pensaba yo solita.
Al final lo único que se me ocurrió fue pedir entre sollozos a la persona que no veía en el patio, que por favor se fuera por donde había venido, que yo no se lo diría a nadie, que no teníamos nada.
Cuando Pedro llegó, agotado de trabajar, yo ya no lloraba, gritaba de llanto. Él me miró con asombro, y al ver mi estado de nervios replicó- Un momento voy a mirar- y así lo hizo, miró, y miró, por el salón, por el patio, por la entrada, y por fin allí, lo encontró. Allí estaba escondida la terrible sombra, el pequeño gato negro que se había colado por la ventana. -¡Uf!- respiré tranquila. -¡Vaya susto que he pasado!
La segunda experiencia, un poco más de lo mismo, esta vez en el cuarto de baño. Abro la puerta y ¡zas!, Todo lleno de vaho. Tal como la abrí la cerré. -Pedroooo, el cuarto de baño, como en las películas de miedo. No se ve nada y el grifo está abierto. La niña no está y yo no he sido. ¿Ahora que? Como haya algo escrito en el cristal me muero- Con toda frescura, y dándoselas de machote, entra, me mira y me dice- Pues no es un fantasma, es una toalla que había colgada en el grifo del agua caliente y ha resbalado abriéndolo-
-Sí, ya, ya, una toalla. Eso no me ha pasado a mí en la vida- Le respondo enfurruñada.
El último, que yo recuerde así significativo, creo que fue el último porque despúes se me pasó la desconfianza, fueron los golpes que se oian algunas noches en la azotea y que un día que no paraban, asustada, me hicieron ddespertarlo, sacudiendolo sin parar pues no me atrevía casi a hablar- ¡Ahora sí que hay algo! Subió y bajó al instante, mientras yo tapada con la sábana enterita y con los ojos cerrados y apretados. Dos minutos tardaría y otros dos en decirme que el ruido era de una silla coja, que era golpeada por el viento.
En fin, yo que hasta entonces había sido un ave nocturna y ahora, tan solo, medio segundo después de acostarse él ( y no es exagerado), a las diez de la noche, estaba yo también en la cama. Estoy por asegurar que me metía dentro de la sábana incluso antes que él, pues en cuanto le veía hacer el más mínimo ademán de irse a dormir, yo corria y me adelantaba. ¡Pensaba que no se daba cuenta!
Una noche de esas que estábamos acostados, me preguntó- Oye a tí que te pasa que te vas a dormir a la vez que yo? ¿A tí no te encantaba la noche?
- Es que estoy muy cansado.- Le contesté
-¿No será que te da miedo la casa?, me dijo riendo
- ¡Qué va! ¿Qué dices? Es que estoy agotada
Al final después de unos cuantos tira y afloja, le afirme con la voz muy baja en un susurro casi imperceptible por si había seres en el otro lado que no me oyeran ( la verdad, es que dí un poco de miedo). -No es que como la casa es tan antigua, han tenido que pasar muchas cosas.¿Y si hay algo?-
-Sí en esta casa hubiese algo, sería muy muy bueno, porque desprende muy buena energía- Y se quedó tan pancho, pero como yo vi que era cierto, que me sentía eufórica y llena de alegría en ella, aunque estuviese en ruinas en su mayor parte, comencé a mirarla sin miedo. En ese día y en ese instante, decidí, que yo sería el alma del patio y él serían las alas que yo necesitaba para volar..
Hasta que Luis, mi querido y estimado Luis nos echó la bronca, fuimos los únicos albañiles de nuestra casa, o más bien de nuestro proyecto de casa. Yo disfrutaba enseñándosela a todo el mundo, a pesar de estar vieja, oscura y sucia. ¡Me encantaba mirarla! y pensaba que todo el mundo vería en ella lo mismo que yo. Mi madre estaba desolada, mis amigos pensaban que se nos había ido la cabeza, tan solo mi hermana la disfrutaba como yo. Traía a sus conocidos diciéndoles la maravilla de casa que nos habíamos comprado y la gente creía morirse cuando la veían. No sabían que cara poner ni que decir. Sinceramente me daba exactamente igual, era la mujer más feliz de la tierra, al igual que Pedro.
Nos encantaba que llegara el fin de semana para trabajar todo el día en nuestra casa, queríamos limpiarle un poco la cara, y mudarnos ¡Pobres ilusos! Por aquel entonces no sabíamos que la obra sería mucho mayor.
Trabajábamos sin descanso, con la radio a toda pastilla y cantando; sucios, con los pelos blancos del polvo, pero felices y contentos.
Nuestra primera faena como albañiles fue picar todos los azulejos blancos que tapaban las paredes del patio y del interior de la casa y que llegaban prácticamente hasta la planta de arriba. Conforme lo hacíamos fuimos descubriendo que las paredes no eran de cemento, si no de ladrillo antiguo. ¡No dábamos crédito a nuestros ojos! A mediodía nos comíamos un bocadillo de tortilla sentados en la vieja escalera del patio, con una sonrisa de oreja a oreja. Picábamos y enlucíamos. ¡Ya se había encargado la preguntona de la casa, que era por supuesto yo, de preguntarle a todo albañil que encontraba como se hacía eso de enlucir! Pedro decía que era un poco absurdo eso de picar una pared y enlucirla, en lugar de picarlas todas y después hacerlo, pero es que ¿cómo si no me iba a ilusionar para poder seguir? El ver aunque solo fuera una pared arreglada me daba ánimos. Yo fui la que enlucí los arcos. ¡Estaba entusiasmada con mi trabajo!
Tiramos miles de escombros. Recuerdo pasarme noches enteras gritando mientras dormía ¡Cómo me duelen las manos! Un día al picar una de las paredes un trozo de azulejo se me clavó en la barbilla haciéndome un pequeño agujero que se me abría al hablar. ¡Cómo nos reímos, mi hermana y yo con ello! Eso de reírnos de nuestras pequeñas desgracias era algo que habíamos aprendido en nuestra casa de pequeñas. Allí siempre hacíamos risa de todo. En cuanto nos alejábamos un poco de los problemas, nos revolcábamos de risa al recordarlos.
Por aquel entonces una pequeña criatura entró en nuestras vidas. Se trataba de un pequeño gato gris azulado, al que Selene puso de nombre Azul. Entre otras cosas porque nuestra casa solo tendría 3 colores, el blanco de la cal, el azul o añil de las macetas y el color tierra del ladrillo; por supuesto después muchas muchas flores. A Azul, lo encontramos en una pajarería, un día que Selene y yo pasamos. Ella tendría unos 6 años, me dijo que porqué no se lo compraba. Yo para contentarla le dije que preguntara el precio y cuando tuviésemos dinero lo compraríamos. Lo que sucedió después, como no, fue que el gato lo regalaban con lo cual no hubo escusa posible. Era precioso y fue el primer habitante de la casa. Como también fue el primero en catar el trasto de lavadora que descubrimos en una de las habitaciones, y que para probar su funcionamiento enchufamos, sin percatarnos que nuestro pequeño inquilino se había introducido en ella. Al abril la portezuela e ir a sacar lo que creíamos un trapo salió azul dando bandazos al igual que yo que no paré de gritar y correr en un rato.
Durante este tiempo la casa, fue nuestro sitio de trabajo, de ilusión, el lugar donde íbamos a mirar las estrellas,
el sitio donde convertíamos en magia los sueños de Selene. En época de reyes hacíamos en ella caminos de pétalos de rosas y brillantina que llegaban hasta sus juguetes. También era el lugar donde comenzábamos a guardar nuestras cosas. Tuvimos hasta nuestro primer robo, acabábamos de comprar toda una equipación para irnos de camping, incluido un sillón inflable precioso para la niña que dejamos en nuestra querida casa, además de nuestras tres bicicletas, y al llegar por la mañana nos encontramos el sitio, con una firma asquerosa de uno de los ladronzuelos. Hay que decir, que como todo lo que nos pasa, el hermano de Pedro no sé cómo, porque yo no la habría reconocido en la vida, nos llamó y nos dijo que si alguien le había quitado la bici a Pedro, que había visto a un chaval montado en ella. Así que a los pocos días recuperamos todo, salvo el pequeño sillón de 10 €. Ni que decir tiene que todo fue solucionado amistosamente.
Otra cosa curiosa, además de unos muros de un metro de anchura, fue encontrarnos unas mandíbulas, o más bien que Pedro las encontrara en una de las paredes. Él las había dejado encima de uno de los huecos de la ventana. Yo me iba a morir cuando las vi. Estaba aterrada, ya me olía que allí podía haber alguien enterrado entre sus paredes. Pues no, como luego me explicó el hombre racional de la casa, que era Pedro, no tenía nada que ver con lo que yo ya me había montado en mi cabeza. Se trataba de unas mandíbulas de vaca. Los muros estaban hechos de tierra que cogían del suelo y en ella se podían encontrar multitud de cosas
Creo que solo falté tres días a mi cita con la casa. Tres días horribles, en los que el mundo se me hundió. Habíamos tirado ya para mí, millones de escombros. El tema era como sigue, con una pala los recogíamos, los metíamos en unos sacos que amontonábamos en una pared, y cuando Pedro llegaba con el camión, los subíamos a él y los llevábamos a los puntos verdes. Todo eso él y yo. Esto lo hicimos miles de veces. Llegó un momento en que creí que el suplicio de los escombros iría a menos, justo cuando ya habían entrado en juego el constructor y su cuadrilla de albañiles. Una tarde al llegar a la casa la montaña llegaba hasta el techo. Un techo que estaba a tres metros de altura. ¡Nunca había visto nada igual! Después de haber tirado ya un sin fin de escombros. Me puse tan mal que me fui a mi casa desesperada. ¡Esto nunca tendría fin! Fue entonces cuando estuve tres días sin volver. Una noche cuando Pedro regresó, me dijo que podía volver. Cuando lo hice la gran montaña se había transformado en una pequeña. No podía creer que eso lo hubiese hecho él solo, durante tres tardes y después de trabajar. El caso es que ahora sí fue todo a menos. Los albañiles hacían y deshacían y nosotros los peones, que eramos Pedro y yo, tirábamos los 10 o 15 sacos de escombros que salían. Ellos decían que era la mejor obra que habían hecho en su vida, que cuando se iban estaba todo lleno de escombros y cuando volvían al día siguiente no había ni uno. En esta época ya estaba embarazada del niño. Embarazada piqué paredes y tiré escombros. Embarazada venían mis primas y amigas y me encontraban trabajando con la pala, haciendo cemento, vestida de albañil. Supongo que asombradas y asustadas a la vez de nuestra locura. Durante estos días vivíamos en nuestro piso, se lo habíamos vendido a mi hermano y su mujer y nos dejaron seguir allí un tiempo mientras arreglábamos la parte de arriba de la casa. En agosto nos fuimos a una casa de campo con el resto de mi familia. Bajábamos para pintar. Ahí estaba ya de cinco meses, y tuve una ciática. Me mandaron reposo absoluto. Solo pude llevarlo a cabo cuatro días, porque al quinto además de encontrarme fatal me subía por las paredes. Así que decidí volver a mi casa y acabar de pintar. Yo creo que esto me curó, porque me desaparecieron los dolores. Al finalizar el mes nos fuimos ya a vivir allí, aunque aún no teníamos ventanas. Mientras Pedro las hacía comenzaron las lluvias y con ello mi segundo suplicio, ya que él puso unos plásticos en las ventanas para que no nos entrara la lluvia, y a mí me entro un ataque de llanto horrible. ¡Sólo nos quedaba taparnos con cartones! Me imaginaba una cara pegada a los plásticos. Me sentía supertriste. Era como una película de terror, viviendo en la parte trasera y superior de una casa a la que se accedía por una puerta ruinosa, atravesando un patio lleno de escombros y un salón sin luz ni ventanas, totalmente en obra y cuya parte de afuera estaba en ruinas. En la única parte donde había luz era en la parte que habitábamos. Aquí comienza nuestra adaptación a la casa
Capitulo 3 VIVENCIAS TENEBROSAS EN LA CASA
Mi caaasa, una casa que me tenía cada vez más fascinada pero a la que guardaba mucho mucho respeto. Cuatrocientos años. ¡Socorro! Eso me habían dicho que tenía. ¿Como se le puede decir eso a una persona que tiene una imaginación como la mía? ¡Dios, cuantas cosas tenían que haber pasado en esta casa!, y sucedió lo inevitable, mi periodo tenebroso en la casa.
El día más fuerte para mí fue la noche que ponían una de mis pelis preferidas de terror "Lo que la verdad esconde". Sí, esa que había visto ya tres veces pero que me seguía dando el mismo miedo que la primera. Esa que siempre esperaba que no tuviera el mismo final. La misma que había momentos en que me tapaba la cara con las manos y la veía por los huecos de los dedos. Pues bien, justo esa noche estaba sola con Selene, a Pedro se le había ocurrido quedarse trabajando hasta más tarde y yo había dispuesto todo para disfrutar de una de esas veladas de terror que tanto me gustaban. Llevaba todo el día planeando, acostaría a la niña temprano y me tendería en mi cama, tranquila frente al televisor para ver mi pelicula. En la cama, sí, en la cama, el único sitio practicamente que no estaba en ruinas. El único sitio donde cabía el televisor. En la entradita, esa que daba a los dos dormitorios, el mío y el de Selene, y que era enana, ya no entraba ni un alfiler, bastante tenía con la mesa y sus dos sillones apelotonados. Algunas veces cuando le decía a la niña, anda sientate en el saloncito, ella me respondía será en el pasillo. Pues prosiguiendo con la historia, unos minutos antes de comenzar la película recordé una cosa tremenda. ¿no habían llamado a la puerta como hacia una hora? y mi hija de 7 años, mi única hija entonces, fue la que abrió, y la que cerró. ¿O no cerró? Corrí, con el corazón en un puño, a preguntar a Selene, que entre sueños me contesto.- Creo que sí- Cómo las locas bajé las escaleras y como las locas traspasé el oscuro y derruido salón y también el asolado patio. A lo lejos la vi, la puerta abierta de par en par.. No me lo podía creer.-Seguró que se había colado alguién- La cerré a prisa y corriendo y volví a pasar por el ruinoso salón, justo a tiempo para ver pasar por delante del hueco de la ventana, que no existía aún, y que daba al Cine de verano, una terrible sombra negra.¿Qué película necesitaba ver yo, ni que película, a quién se le ocurre? -Enseguida, corriendo, ahora mismito voy a ver lo "Lo que la verdad esconde", me tiraría sin dormir un siglo- Yo si que era, en ese momento una película. Parecía una poseida, con un barrigón de 6 meses, un cuchillo gigantesco en la mano, llorando histérica y sin atreverme a mover del quicio de la puerta que todabía no habíamos puesto y que daba a la terraza, porque desde allí, desde ese sitio podría ver si alguien subía la escalera o pasaba por el patio.¡Miedo me daba de mi misma! Parecía sacada de una película de terror. -¿Y si pido ayuda por la ventana de la habitación esa terrorífica y espantosamente oscura que da a la calle? Eso, y susurro ayuda como si fuera un fantasma. Así asusto a todo el que pase- Pensaba yo solita.
Al final lo único que se me ocurrió fue pedir entre sollozos a la persona que no veía en el patio, que por favor se fuera por donde había venido, que yo no se lo diría a nadie, que no teníamos nada.
Cuando Pedro llegó, agotado de trabajar, yo ya no lloraba, gritaba de llanto. Él me miró con asombro, y al ver mi estado de nervios replicó- Un momento voy a mirar- y así lo hizo, miró, y miró, por el salón, por el patio, por la entrada, y por fin allí, lo encontró. Allí estaba escondida la terrible sombra, el pequeño gato negro que se había colado por la ventana. -¡Uf!- respiré tranquila. -¡Vaya susto que he pasado!
La segunda experiencia, un poco más de lo mismo, esta vez en el cuarto de baño. Abro la puerta y ¡zas!, Todo lleno de vaho. Tal como la abrí la cerré. -Pedroooo, el cuarto de baño, como en las películas de miedo. No se ve nada y el grifo está abierto. La niña no está y yo no he sido. ¿Ahora que? Como haya algo escrito en el cristal me muero- Con toda frescura, y dándoselas de machote, entra, me mira y me dice- Pues no es un fantasma, es una toalla que había colgada en el grifo del agua caliente y ha resbalado abriéndolo-
-Sí, ya, ya, una toalla. Eso no me ha pasado a mí en la vida- Le respondo enfurruñada.
El último, que yo recuerde así significativo, creo que fue el último porque despúes se me pasó la desconfianza, fueron los golpes que se oian algunas noches en la azotea y que un día que no paraban, asustada, me hicieron ddespertarlo, sacudiendolo sin parar pues no me atrevía casi a hablar- ¡Ahora sí que hay algo! Subió y bajó al instante, mientras yo tapada con la sábana enterita y con los ojos cerrados y apretados. Dos minutos tardaría y otros dos en decirme que el ruido era de una silla coja, que era golpeada por el viento.
En fin, yo que hasta entonces había sido un ave nocturna y ahora, tan solo, medio segundo después de acostarse él ( y no es exagerado), a las diez de la noche, estaba yo también en la cama. Estoy por asegurar que me metía dentro de la sábana incluso antes que él, pues en cuanto le veía hacer el más mínimo ademán de irse a dormir, yo corria y me adelantaba. ¡Pensaba que no se daba cuenta!
Una noche de esas que estábamos acostados, me preguntó- Oye a tí que te pasa que te vas a dormir a la vez que yo? ¿A tí no te encantaba la noche?
- Es que estoy muy cansado.- Le contesté
-¿No será que te da miedo la casa?, me dijo riendo
- ¡Qué va! ¿Qué dices? Es que estoy agotada
Al final después de unos cuantos tira y afloja, le afirme con la voz muy baja en un susurro casi imperceptible por si había seres en el otro lado que no me oyeran ( la verdad, es que dí un poco de miedo). -No es que como la casa es tan antigua, han tenido que pasar muchas cosas.¿Y si hay algo?-
-Sí en esta casa hubiese algo, sería muy muy bueno, porque desprende muy buena energía- Y se quedó tan pancho, pero como yo vi que era cierto, que me sentía eufórica y llena de alegría en ella, aunque estuviese en ruinas en su mayor parte, comencé a mirarla sin miedo. En ese día y en ese instante, decidí, que yo sería el alma del patio y él serían las alas que yo necesitaba para volar..
Esto es más que sacrificio, es lo que en CUBA, llamamos "esfuerzo a pulmón". Si sabremos los cubanos lo que es construir su propia casa, y con esfuerzos propios viviéndola, después de currar. Me gusta esta historia real, me gusta tu casa, tu familia, tu MARAVILLOSO PATIO, que enaltece a CÓRDOBA.
ResponderEliminarBesos cubanos para ti y Patio Vesubio. Espero verte entre esa lista de Patios.
No conozco las causas para la exclusión del concurso ,pero dejar fuera a este extraordinario patio es un paso atrás en la difusión de tan magníficas viviendas. La belleza, el entorno , el trabajo realizado, la vegetación , el pozo y por último la disposición de sus dueños es un ejemplo a seguir para ensalzar un modo de vida y de entender nuestra idiosincrasia como cordobeses que no debería de quedar sin la justa recompensa. Privar al público en general de la oficialidad de este patio es un error que se debe de subsanar lo antes posible. La ilusión y el empeño por hacer de la propia vivienda un hogar para todos debería de tener un trato valorado y reconocido. Suerte y espero que permitan vuestra participación con el que sin duda es uno de los patios mas bellos de Córdoba en su categoría y en general. Pido a quién corresponda que reflexione y subsane el error de no permitir la participación de este, sin par, ejemplo de construcción que con este tipo de actitudes restará, de manera importante, valor a este concurso. Todo tiene arreglo y más si se trata de fomentar la importancia de estos enclaves dentro del turismo y la cultura de nuestra querida ciudad. Llegan momentos de solidaridad y de unión entre los cordobeses para conseguir la tan ansiada capitalidad cultural y sumar siempre será muchísimo mejor que restar.
ResponderEliminarCarmen y yo estuvimos en tu patio, ¡precioso¡, apoyamos tu idea de espacio de convivencia y amistad. Estaremos contigo nuevamente este año, es maravilloso el poder compartir, tu amistad, este espacio virtual y ese espacio mágico, nos veremos sentados, escuchando música o poemas con tus amigos en tu patio o en esta pantalla
ResponderEliminarUn esfuerzo tan maravilloso no puede dejar de premiarse. Felicidades por hacerlo real y que mejoren las cosas para vosotros.
ResponderEliminar¡Os lo merecéis!
¡Saludos!
Con Pepa estuvimos el año pasado y no entiendo porqué quieren dejarlo fuera. Bonito patio, buena gente, buen ambiente y buen rato, Abrazos
ResponderEliminarEl patio Vesubio además de su belleza, y como ya ha dicho alguien más, es un sitio mágico. Sería un verdadero desatino que no lo incluyeran en el concurso de patios y además muy mala señal de cómo se están haciendo las cosas. Me gustaría volver a visitarlo, ver sus flores y su arquitectura y poder mostrárselo a quien sea posible. Y también contarles el gran esfuerzo que hay detrás, porque ni esa casa y ni ese patio han llegado a ser lo que son ahora en dos días, sino que son el resultado de muchos años de trabajo, de dedicación y de amor. No creo que haya mejor ejemplo de patio cordobés.
ResponderEliminarPocas cosas están cargadas de tanta ilusión y trabajo como esta casa, es una injusticia que os dejen fuera del concurso y los que os conocemos bien estaremos apoyando todo lo que haga falta para que os readmitan, por supuesto!!
ResponderEliminarLe dais calidad al concurso de patios en Córdoba, enhorabuena por vuestro esfuerzo.
Virginia, Pedro, todos los meses cuando vamos a Córdoba pasamos por vuestra casa y nos asomamos al patio,... recuerdo cuando era un montón de escombros y entre ellos aparecíais vosotros sucios, sudorosos y trabajando nos dabais la bienvenida,... de allí surgió el Vesubio ¡¡quién lo iba a creer!!, pero ya estaba en vuestro sueño, en vuestro proyecto, en vuestro corazón.
ResponderEliminarHace dos años cuando fuimos con los amigos de Puerto Real, estuvimos de patios y ¿cómo no? para los que iban de fuera, para los que nunca habían estado de patios, el vuestro fue el más acogedor, el más bello, donde el gran grupo de niños que nos acompañaba pudo jugar sin temor a que nadie les regañara por romper una flor (como nos pasó en alguno)..., les llegó al corazón.
Sabemos y admiramos sinceramente vuestro trabajo y esfuerzo por mantener el patio,... y lo que es más importante, siempre abierto a cualquiera que se acerque.
Animo, Virginia, cuenta con el apoyo de la gente de Puerto Real.
Virginia y Pedro han hecho un esfuerzo extraordinario con un resultado magnífico en este patio, sin duda de los más bellos y acogedores de Córdoba. Todo un ejemplo de lo que debe ser la recuperación de los patios cordobeses, por el respeto a la arquitectura y por el inmenso trabajo durante años con pocos medios y mucho sudor. Si no pudiera estar el Patio Vesubio entre los candidatos, ¿que patios podrían estar?. Ánimo Virginia, todo nuestro apoyo.
ResponderEliminarVirgi, prefiero no hacer de momento ninguna referencia a los supuestos motivos por los que han planteado la exclusión de nuestro patio del concurso, pero de lo que no tengo la menor duda es de que El Vesubio es el único espacio mágico con unos dueños como vosotros que lo comparten de tal manera que todo el que quiera lo disfruta hasta el punto de hacerlo suyo. Y eso no va a cambiar entre o no el patio en el dichoso concurso.
ResponderEliminarRequetebesos!!
Mirada a un patio cordobés
ResponderEliminarEl patio “Vesubio”, de la calle Los Frailes es el corazón y el alma de la casa de Virginia, Pedro y Selene, la hija poetisa con dos libros publicados, y el pequeño Víctor que toca la batería. Los abuelos Rafael y Remedios aportan sabiduría, experiencia, perspectiva de la vida y sobretodo el ejemplo de la buena gente. Este patio es un pequeño pulmón verde que da esplendor a una casa de más de 400 años que han recuperado hace pocos años y que con gran ilusión y generosidad abren todo el año para muchos amigos y personas cercanas. Tertulias y lecturas de poesía, una guitarra flamenca que se acompaña del sonido de la fuente, son algunos de los pequeños acontecimientos con los que a menudo nos regalan.
El pasado año quisieron dar un paso más y ofrecer este bello espacio a más personas, participando en el Concurso de Patios en el que se les concedió un accésit. También en el programa municipal de Patios en Navidad.
En la edición del Concurso de Patios de este año no podrán participar, esta familia no sabe porqué, el Ayuntamiento no les informa, el Concejal les dice que no sabe pero que … “para lo que me queda no quiero problemas”.
Bueno, como siempre en esta ciudad cuando no es una cosa es otra, es nuestra particular “conjura de los necios”. Espero que esta torpeza no desanime a esta familia, y con concurso o sin concurso el Patio Vesubio abra en la Fiesta de Patios. Sus amigos y amigas estaremos junto a ellos para echarles una mano en lo que necesiten y compartir charla, medio de vino y salmorejo.
Rafael Garrido Pérez
Querido Rafa,que palabras tan bonitas,esta familia esta rodeada de amigos como tú, con lo que ademas del cariño es un gozo poder disfrutar de tu amistad y la de tu familia, que sentido tendria una casa vacía de lo mas importante que son esos largos momentos,donde cambiamos impresiones sabiendo que participamos dentro de este grupo para nosotros tan especial, saboreando de cada uno lo que puede aportar.Bueno si esta casa desprende alegria y cariño es gracias a todos vosotros,besos de Remedio y Rafael
ResponderEliminarYo he vivido la transformacion de esta casa en primera plana, para mi al principio cuando la compraron pense que era una locura,Pedro todo el dia trabajando y sin apenas tiempo,Virginia embararazada, desde el princip...io vislumbraron en todo momento, lo que conseguirian,ésta, se rehabilitó a costa de mucho trabajo,sacrificio e ilusión,nadie pensó nunca lo que habia debajo de sus paredes nii siquiera sus anteriores dueños, para mi y para la mayoria de la gente que la ve, es una de las casas mas representativas de la Cordoba Mora,es el lugar de encuentro de amigos, familia, si alguien viene de fuera, es aquí donde nos reunimos, aquí podemos presenciar actos de poesia, podemos presencirl baile y cante flamenco, músicos tocando. En ningún patio de Córdoba nunca he podido ver tanta diversidad de eventos populares.Asi que no comprendo como es posible que nada de esto se tenga en consideracion a la hora de querer prescindir de él. también hago saber que multitud de amigos y familiares de fuera suelen venir a Cordoba en estos dias donde gracias a esto la estan conociendo y botando para el 2016 ya que les parece unas de las ciudades más bonitas y con mas cualidades para obtener la Capitalidad
ResponderEliminarAnimo, familia, somos tantos los que creemos en Vesubio, sus flores, sus andares, su sabor, esplendor y ese salero acogedor digno de AL Alandalus, que desde ya tienen el mayor premio que un patio cordobés, pueda aspirar, el deseo que todo/as sentimos por volver a estar entre ustedes, y en ese patio. FELICIDADES.
ResponderEliminarTanto vuestra niña como tú nos habéis acercado con tanto cariño a vuestra casa que prácticamente nos llega el aroma de las flores de esas preciosas macetas azules. Decidnos cómo podemos ayudaros y ahí estaremos, porque vuestra casa no es un conjunto de muros viejos restaurados, sino millones de vivencias bonitas, de las de adentro, que afortunadamente para nosotros, habeis querido sacar para afuera y porque el 4 de mayo tiene que haber dos macetones en vuestra puerta. Un abrazo
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